Digitalización y sostenibilidad, un binomio necesario

Hace 25 años casi nadie hablaba de sostenibilidad (o, al menos, quienes lo hacían no la llamaban así) y, desde luego, nadie hablaba todavía de digitalización. Eran conceptos que, directamente, no existían. Hoy, sin embargo, estas dos realidades y sus derivadas están en boca de todos, a veces para alabar sus virtudes, a veces para criticarlas. Aunque sobre el papel se trate de términos que hablan de cosas distintas, coinciden en esa condición de mainstream y en ser tema casi inevitable de cualquier artículo, discurso, ponencia, presentación o conversación empresarial. Y tal vez también por eso digitalización y sostenibilidad están condenadas a entenderse. 

 

¿Por qué es clave el equilibrio entre digitalización y sostenibilidad?

 

En realidad, digitalización y sostenibilidad no son entidades equiparables. Si aceptamos que la sostenibilidad es en sí misma un fin al que, por muchas razones, la humanidad debe aspirar, la digitalización es un medio (uno de los principales) para alcanzarlo. Según esta visión, la digitalización trabajaría al servicio de la sostenibilidad, algo que no sucede en sentido inverso. Otra manera de ver esa relación desigual es que la sostenibilidad depende en gran medida de la digitalización, mientras que la tecnología no necesita de la sostenibilidad para avanzar. 

 

¿O sí? Por definición, la digitalización no es sostenible. De hecho, está lejos de serlo. Otra cosa es que la tecnología permita que ciertas operaciones se realicen de forma menos perniciosa para el entorno. Por ejemplo, el teletrabajo permite ahorros significativos en desplazamientos. Pero la digitalización en sí misma, sus procesos y toda la tecnología que llevan detrás, no son precisamente inocuas desde un punto de vista ambiental: consumen CO2, precisan grandes cantidades de agua para refrigerarse y también producen residuos, especialmente en forma de dispositivos electrónicos abandonados de forma indebida al final de su vida útil. 

 

Esos costes ambientales del progreso tecnológico son inasumibles para unas sociedades cada vez más concienciadas con las cuestiones ambientales y unas leyes que, siguiendo esa estela, se muestran muy estrictas en ese sentido. Así pues, la digitalización está obligada a manejarse con criterios de sostenibilidad. 

 

Por otra parte, los avances en sostenibilidad se producen a una velocidad mucho más lenta que la que demandan las urgencias climáticas y ese punto de no retorno del calentamiento global. El último informe anual Indicadores del Cambio Climático Global, publicado por la revista Earth System Science Data,

 

sostiene que el mundo podría superar el límite de calentamiento global de 1,5 grados antes de 2028 (1). Y ahí es donde aparecen la digitalización y la tecnología como aliadas inesperadas y potenciales aceleradoras de todo ese proceso. 

 

La clave está en el equilibrio. Porque digitalización y sostenibilidad pueden aportarse muchas cosas mutuamente y aprovechar las numerosas sinergias que se establecen entre ellas. Vamos a ver de qué manera. 

 

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