Hasta hace tan solo unos pocos años, hablar de industria sostenible parecía más un oxímoron o un ingenioso juego de palabras que una realidad plausible. Y es que esos dos términos, situados uno junto al otro para conformar un único concepto, no encontraban demasiado acomodo en unos modelos de mercado que estaban basados en la maximización del beneficio por encima de cualquier otra consideración. Y en ese modelo del culto a la rentabilidad, las actividades industriales se llevaban la palma en cuanto a impacto medioambiental. Todavía hoy, según datos de Naciones Unidas, sólo el sector Energético genera alrededor de 60% de las emisiones globales de CO2 del planeta, con moda, transporte, construcción o alimentación también formando parte de ese top 5 de industrias con asignaturas pendientes en cuanto a sostenibilidad.
Afortunadamente, la entrada en la agenda mundial de los compromisos medioambientales y una progresiva concienciación del tejido empresarial acerca de la necesidad de conciliar sus legítimos objetivos económicos con las necesidades del planeta han propiciado un cambio de registro en el planteamiento que el sector industrial hace de sus propios modelos productivos. La preocupación por frenar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el uso de recursos naturales y materias primas, la contaminación de agua o suelo o el consumo energético ocupa, más que nunca, un lugar prioritario en las estrategias de empresas de todos los sectores. Y aunque todavía queda mucho camino por recorrer, hoy sí es posible hablar de una “industria sostenible” sin que esas palabras creen una disonancia en los oídos de quien las escucha.
¿Qué es una industria sostenible?
Pero, ¿qué es exactamente una industria sostenible? Básicamente, este concepto se refiere a una forma de entender la actividad empresarial que trata de dar respuesta a las necesidades sociales y económicas presentes sin poner en riesgo las del futuro. Para ello, este modelo trata de alcanzar un equilibrio entre el crecimiento económico, eficiencia y rentabilidad con la conservación de los recursos naturales, la reducción de la huella de carbono o la promoción de prácticas éticas en el lugar de trabajo.
Aunque la preocupación por el impacto que las actividades industriales provocan en el medio ambiente o en el tejido social no es nueva, el concepto moderno de industria sostenible se consolidó a partir de la década de los 70 del siglo pasado con el surgimiento del movimiento ambientalista. Algunos expertos sitúan en 1972, en el marco de la Conferencia de Estocolmo, el punto de partida de una verdadera preocupación por el cuidado del planeta y su posterior traslación a políticas y legislaciones destinadas a promover prácticas más sostenibles en la industria.
Una industria sostenible a través de la legislación
En la actualidad, en Europa distintas normas tratan de limitar los efectos perniciosos de las actividades industriales sobre el medio ambiente. Entre las más destacadas, destacan:
- Directiva sobre las emisiones industriales (DEI). Define las obligaciones de alrededor de 50.000 grandes instalaciones industriales con el objetivo de evitar o minimizar las emisiones contaminantes a la atmósfera, el agua y el suelo. La DEI también exige que estas instalaciones reduzcan la generación de residuos.
- Directiva relativa a las instalaciones de combustión medianas. Regula las emisiones de dióxido de azufre (SO2), óxidos de nitrógeno (NOX) y partículas derivadas de la combustión de carburantes en instalaciones con una potencia térmica nominal igual o superior a 1 MW e inferior a 50 MW.
- Directiva marco de ecodiseño. Establece disposiciones para la mejora de la eficiencia energética de electrodomésticos y otros productos.
- Régimen de comercio de derechos de Emisión de la Unión Europea(RCDE UE). Exige la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de más de 12.000 instalaciones de generación energética y de fabricación de 31 países.
- Directiva marco del agua. Exige a los Estados miembros que reduzcan progresivamente los vertidos y la contaminación de las aguas con una serie de contaminantes catalogados como “sustancias prioritarias”.
- Directiva sobre el tratamiento de las aguas residuales. Protege el medio ambiente de los efectos nocivos de los vertidos de aguas residuales urbanas y de determinados sectores industriales.
Características de la industria sostenible
Pero, más allá de lo que dictan las leyes, cada vez más los consumidores se decantan por comprar y usar productos fabricados por empresas comprometidas con los grandes desafíos ambientales, sociales y éticos que afrontan las sociedades presentes y futuras. Bajo ese prisma, ¿qué características tendría una verdadera industria sostenible? Estos serían algunos de esos rasgos:
- Uso de los recursos. En los procesos de producción de las industrias sostenibles se minimiza el consumo de agua, energía y otros recursos naturales.
- Reducción y gestión eficiente de residuos. De igual forma, este tipo de industrias fomentan la reducción de sus residuos y la adecuada gestión de los mismos mediante prácticas de reciclaje en línea con los pronunciamientos de la economía circular.
- Fuentes de energía renovable. En ellas se promueve el uso de energías limpias que ayuden a reducir la huella de carbono.
- RSC y buen gobierno. Estas empresas desarrollan políticas y protocolos para relacionarse de un modo ético y justo con empleados, clientes, comunidades y resto de grupos de interés.
- Innovación verde. La inversión en tecnología e innovación con orientación sostenible mejora el encaje social de las industrias al tiempo que su competitividad.
Por una industria alimentaria sostenible
La industria alimentaria es un sector esencial en la vida de las personas y, por lo tanto, es crucial que también sea una industria sostenible. De hecho, es uno de los sectores que más esfuerzos está realizando y mayores avances acredita en cuanto a la adopción de prácticas sostenibles. Estas son algunas de las más extendidas:
- Producción agrícola sostenible. Fomentar la diversificación de cosechas, los cultivos ecológicos, la producción local o los productos de temporada son estrategias que contribuyen a contribuir a la sostenibilidad de esta industria.
- Reducción de la huella de carbono. Tanto de los productos como de las actividades desarrolladas para producirlos. En ese sentido, herramientas como el Análisis de Ciclo de Vida (ACV) permiten evaluar ese impacto ambiental a lo largo de las diferentes fases de producción de los alimentos.
- Optimización del transporte y logística. Mediante la utilización de combustibles limpios o la optimización de rutas y redes de distribución.
- Freno al desperdicio de alimentos. Uno de los grandes problemas de la industria alimentaria actual en términos de circularidad es la gran cantidad de alimentos que se desperdician a lo largo de las diferentes etapas de la cadena de suministro. Se estima que el desperdicio alimentario genera el 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero, además de provocar cuantiosas pérdidas económicas.
El envasado
Muy ligada a la industria alimentaria, además de a muchos otros sectores, está el sector del envasado. Estas son algunas de las estrategias que sigue el mundo del envasado sostenible:
- Materiales reciclables y/o reciclados. Consiste en utilizar materiales reciclados o reciclables para la elaboración de envases. De esta forma se reduce la generación de residuos.
- Ecodiseño. Se trata de desarrollar envases que sean más sostenibles desde el origen, a través de mejoras en la composición de sus materiales, su peso, su forma, su tamaño u otras características y propiedades derivadas de su diseño.
- Reciclaje y reutilización. También es fundamental fomentar la recogida y circularidad de los envases, por ejemplo, a través de los Sistemas de Responsabilidad Ampliada del Productor (SRAP), como el gestionado por Ecoembes, así como la promoción de envases reutilizables.