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Afirmar de manera categórica que el planeta se muere podría sonar tan exagerado, prematuro o sensacionalista como decir que una persona comienza a extinguirse desde el mismo instante de su nacimiento. Y, sin embargo, ambas declaraciones son ciertas. La diferencia radica en que sobre la muerte del planeta todavía hay un cierto margen de maniobra, un resquicio de esperanza para evitar lo que parece inevitable. Una de las palancas que Gobiernos, empresas y ciudadanos manejan para revertir la espiral destructiva en la que se ha metido la humanidad se llama transición ecológica.
Qué es la Transición Ecológica
La transición ecológica es un concepto amplio pero que parte de una idea básica: la imperiosa necesidad de transformar un modelo socioeconómico, el de la explotación intensiva, sistemática y altamente contaminante de los recursos naturales del planeta, en otro mucho más sostenible y cuidadoso con el medio ambiente. Se trata de un viraje radical, que no afecta únicamente a los procesos productivos o a los sistemas de generación de la energía que necesitan las personas, las organizaciones o las naciones para desarrollar sus actividades, sino que implica un cambio de mentalidad mucho más alineada con el bien común y las necesidades de ese hogar global y compartido al que llamamos Tierra.
Eso sí, la transición ecológica no consiste en detener bruscamente todos los procesos que impliquen utilizar energías procedentes de combustibles fósiles, un consumo alto de agua o la extracción de recursos finitos o difíciles de regenerar. Pulsar ese botón, además de ser imposible, sería altamente contraproducente. Se trata más bien de alcanzar un equilibrio que permita satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer las de las futuras. Transitar a un modelo sostenible al ritmo adecuado para que sea, precisamente, eso: sostenible.
Origen de la transición ecológica
El origen de la transición ecológica se encuentra en el creciente reconocimiento de los impactos negativos que el modelo económico actual ha tenido sobre el medio ambiente. El aumento de la contaminación, las sequías, las inundaciones, los fenómenos climáticos extremos o la pérdida de biodiversidad han alcanzado unos niveles tan elevados que ha sido imposible para los actores implicados en su generación, regulación y mitigación, como empresas, legisladores y gobiernos, seguir ignorándolos por más tiempo.
Ese reconocimiento no se ha producido de forma espontánea. La historia de la transición ecológica es una historia de denuncias y presiones. Las ejercidas por la comunidad científica, gracias a la acumulación de las pruebas, cada vez más sólidas, sobre la realidad del cambio climático. Y las impulsadas, también, por activistas, ONG, periodistas, políticos, organismos internacionales y movimientos ciudadanos para que esta preocupación ambiental se incorpore de manera efectiva a las agendas tanto políticas como empresariales. En ese sentido, documentales multipremiados como Una verdad incómoda (2006) o Comprar, tirar, comprar (2010); acciones en los tribunales de justicia, como la demanda colectiva contra la petrolera Shell, impulsada por distintas organizaciones medioambientales como Both End; o informes de periodicidad anual como El Día de la sobrecapacidad de la Tierra, elaborado por Global Footprint Network o el Informe Planeta Vivo, de WWF; han contribuido y siguen haciéndolo a generar ese estado de opinión cada vez más favorable y combativo en favor de la transición ecológica.
No cabe duda de que organismos como Naciones Unidas han contribuido de manera muy significada al éxito del concepto de “transición ecológica”. La Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, enunciados en el año 2015, aportaron un un marco integral que abordaba de una manera ambiciosa, exhaustiva y, al mismo tiempo, condensada, los grandes desafíos sociales, económicos y ambientales a los que se enfrenta el mundo, muchos de los cuales, confluyen en el concepto de transición ecológica. Estos marcos proporcionaron impulso, un claro compromiso de acción y colaboración y una hoja de ruta para seguirlo que ha facilitado que las distintas naciones dedicaran políticas, medidas y recursos a la consecución de esa transición.
Sin embargo, a pesar del indiscutible estímulo que Naciones Unidas y otros organismos supranacionales como la Unión Europea han imprimido a esta revolución, sería injusto atribuir la paternidad o maternidad de la transición ecológica a una única persona o institución. Esa feliz formulación es resultado del consenso y la respuesta colectiva a esos graves retos ambientales que amenazan a la Humanidad en estos momentos clave de su historia. Un consenso del que forman parte Gobiernos, partidos políticos, oenegés, ciudadanos, empresas y todo tipo de instituciones públicas y privadas.
Transición ecológica y empresas
Las empresas tienen la llave para que la transición ecológica sea posible. Al fin y al cabo, son las actividades económicas las responsables de la mayor parte de las emisiones de efecto invernadero que se producen en el planeta, así como también las principales extractoras de recursos naturales y generadoras de residuos. El informe Carbon Majors Database de 2017 revelaba que el 71% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero son responsabilidad de solo 100 empresas.
La buena noticia es que hace años que la inmensa mayoría del tejido empresarial mundial ha hecho suyo el desafío ecológico, para lo cual ha iniciado un imparable proceso de cambio de sus procesos productivos en clave sostenible. Las compañías están realizando enormes esfuerzos para reducir la huella ambiental de sus actividades, aunque sin perder de vista en ningún momento esa premisa de la necesidad de alcanzar un balance entre sus legítimos objetivos de crecimiento económico y las necesidades climáticas y sociales. Buena parte de esos esfuerzos pasan por cambiar sus fuentes de energía hacia renovables, aplicar estrategias de compensación de CO2, realizar proyectos relacionados con la protección de la biodiversidad o implementar una gestión más eficiente y sostenible de sus residuos.
En el terreno concreto de los envases, la gestión de los residuos y los residuos de envases forma parte de la estrategia de un cada vez mayor número de empresas de todos los tamaños. En ese sentido, Sistemas Colectivos de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP), como el gestionado por Ecoembes para los envases ligeros domésticos de papel y cartón, permiten a las empresas ser más eficientes en esa gestión de sus residuos, además de facilitarles el cumplimiento de sus obligaciones legales de financiar el tratamiento de sus propios residuos, siguiendo el principio europeo de “quien contamina, paga”.
Política y legislación
Junto a las empresas, los poderes ejecutivo y legislativo son dos palancas imprescindibles para lograr que la transición ecológica sea una realidad en los exiguos plazos que plantea la Agenda 2030. En España, el Gobierno se ha tomado muy en serio la tarea, hasta el punto de que desde 2018 cuenta con un Ministerio específicamente creado para ese cometido: el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD).
El Gobierno se ha comprometido a lograr que España sea neutra en carbono en el año 2050. Entre las distintas políticas que el Ejecutivo ha puesto en marcha para lograr sus compromisos climáticos, figuran el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, la Estrategia Española de Economía Circular o el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.
Las leyes son la otra gran herramienta con la que cuentan las naciones para hacer posible esa transformación. En España han entrado en vigor distintas normas de calado que tienen la transición ecológica como telón de fondo. Algunas de las más estacadas son la Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética; la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular o el Real Decreto 1055/2022, de 27 de diciembre, de envases y residuos de envases.
Cómo se ejecuta la transición ecológica
Tratándose de un concepto global y transversal, la transición ecológica extiende su ámbito de actuación a numerosos frentes, aunque todos ellos están interconectados unos con otros. Estos son algunos de los principales:
- Economía circular. Es uno de los pilares de transición ecológica. Propone abandonar el tradicional modelo lineal de producción y consumo, basado en extraer, producir, usar y desechar, y adoptar en su lugar un enfoque circular. Este se apoya en la idea de otorgar una segunda vida a los productos o a sus residuos una vez llegado el final de su vida útil. Un plegamiento que se puede resumir en las “7 erres” de Ecoembes: Rediseñar, Rechazar, Reducir, Reutilizar, Reparar, Reciclar y Recuperar.
- Energías renovables. Una de las piedras angulares de la transición ecológica es el cambio hacia fuentes de energía renovable, como la solar, la eólica, la hidroeléctrica o la geotérmica. Esto implica reducir gradualmente la dependencia de los combustibles fósiles, principales responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, y promover así la generación de energía limpia y sostenible.
- Eficiencia energética. Junto con la adopción de energías renovables, es fundamental mejorar la eficiencia en el uso de la energía. Esto implica utilizar tecnologías más eficientes, promover la rehabilitación energética de edificios y fomentar prácticas de consumo responsable. En ese sentido ayudas gubernamentales y europeas, como los Fondos Europeos NextGenerationEU, están impulsando esa transformación de las infraestructuras hacia modelos sostenibles.
- Movilidad sostenible. El sector del transporte es responsable de una gran parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. La transición ecológica busca fomentar el uso de medios de transporte más sostenibles, como vehículos eléctricos, vehículos de movilidad personal (VMP) –como bicicletas y patinetes eléctricos– y el transporte público.
- Agricultura y alimentación sostenible. La transición ecológica también se extiende al sector agrícola y alimentario. Se busca fomentar prácticas agrícolas sostenibles, como la agricultura orgánica y regenerativa, que reduzcan el uso de agroquímicos y promuevan la salud del suelo. Asimismo, se busca impulsar una alimentación más saludable y equilibrada, basada en productos locales y de temporada.
- Educación y sensibilización. La transición ecológica no consiste únicamente en introducir mejoras técnicas en los procesos productivos o aplicar una nueva tecnología a los mismos. También requiere de un cambio cultural y de conciencia. Es necesario promover la educación ambiental desde las etapas más tempranas, fomentar la sensibilización sobre los problemas ambientales y brindar herramientas para que las personas puedan tomar decisiones informadas y adoptar prácticas más sostenibles en su vida diaria.