Educar al consumidor, estrategias para una economía circular

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La producción y el consumo son pilares del crecimiento y claves para la prosperidad de las sociedades. Sin embargo, llevada al extremo, la sociedad de consumo no solo resulta insostenible a largo plazo desde un punto de vista económico, sino que esos excesos los acaba pagando el planeta en forma de sobreexplotación de recursos naturales y materias primas. De ahí la importancia de redirigir los legítimos sistemas económicos hacia modelos más sensatos que entronquen con los principios de la economía circular. Una de las formas más eficaces para materializar ese cambio consiste en educar al consumidor.

 

Qué es el consumo sostenible y su importancia

 

Basta enunciar el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 12 de Naciones Unidas, «Producción y Consumo Responsables», para comprender la importancia que estos conceptos tienen para el futuro de la humanidad.

 

Según este organismo, consumo (y producción) responsable es: «El uso de bienes y servicios que responden a necesidades básicas y proporcionan una mejor calidad de vida, al mismo tiempo que minimizan el uso de recursos naturales, materiales tóxicos y emisiones de desperdicios y contaminantes sobre el ciclo de vida, de tal manera que no se ponen en riesgo las necesidades de futuras generaciones».

 

Los impactos negativos del consumo insostenible son muy graves y numerosos: incremento de la huella ambiental de las actividades empresariales, agotamiento de los recursos naturales para atender las necesidades productivas, pérdida de biodiversidad por la sobrepesca, degradación del suelo a causa de las prácticas de agricultura intensiva o acumulación de residuos como resultado de una vida útil de los productos excesivamente corta son solo algunos de ellos. La necesidad de educar al consumidor está más que justificada como vía para combatir estos efectos negativos. Pero también resulta imprescindible si se quiere poner fin a una peligrosa desconexión de las personas con su entorno amparada en la falsa creencia de que los recursos del planeta son inagotables.

 

Beneficios de educar al consumidor en prácticas sostenibles

 

Reducción del impacto ambiental. Educar al consumidor en sostenibilidad, economía circular y prácticas de consumo responsable le facilita dirigir sus decisiones de compra hacia compañías que acrediten un determinado compromiso social y ambiental en sus actuaciones. Según datos del I Monitor Consumo Sostenible, elaborado por P&G y la Universidad Pontificia Comillas, el consumidor no solo es cada vez más responsable en sus hábitos de compra y consumo, sino que también es más exigente a la hora de demandar mayores facilidades para incorporar prácticas sostenibles.

Protección del medio ambiente. El consumidor responsable es consciente de la importancia de proteger el medio ambiente y toma medidas para contribuir de manera personal a su conservación, como reducir sus consumos de agua, combustible o electricidad, separar sus residuos o reducir el gasto no necesario.

Promoción del desarrollo sostenible. Un consumidor educado en cuestiones sostenibles es también un ciudadano comprometido con los colectivos más desfavorecidos, que cree y trabaja por valores como por la equidad, la diversidad o la inclusión, y presta apoyo a iniciativas de comercio justo y de proximidad.

Mejora de la calidad de vida. Tanto la de los propios ciudadanos que practican un consumo responsable como la de las comunidades en las que habitan y con las que interaccionan.

Creación de oportunidades económicas. Que se abren en el terreno de los productos ecológicos, las energías renovables, el comercio de segunda mano, el reciclaje y nuevas actividades productivas basadas en alternativas verdes.

 

Estrategias para educar al consumidor en prácticas sostenibles

 

Campañas de sensibilización. Las campañas de sensibilización son una de las principales vías con las que cuentan Gobiernos, empresas y otras entidades para impulsar la sostenibilidad entre la ciudadanía. El Gobierno de España, desde su Ministerio para Transición Ecológica y el Reto Demográfico, desarrolla una intensa comunicación centrada en la economía circular. Esta se articula a través de campañas regulares destinadas a «divulgar mensajes prioritarios que promuevan la participación de la sociedad en una economía circular, contribuyendo a orientar decisiones de consumo que tienen un impacto directo sobre el uso de recursos y la generación de residuos, previendo la generación de residuos y fomentando un reciclado de calidad».

Educación ambiental en las escuelas. Es muy importante que la educación sobre temas de sostenibilidad comience a una edad temprana. Iniciativas como el Programa de Educación Ambiental para centros educativos de la Comunidad de Madrid, que ofrece a los colegios de la región los recursos necesarios para poder incorporar la educación ambiental a sus programaciones de Educación Infantil, Primaria, Secundaria, Bachillerato, FP y Educación Especial. Entre las temáticas que se imparten, adaptadas a las diferentes edades, figuran agua, residuos, ecosistemas, consumo responsable, energías renovables o economía circular.

Programas de educación para adultos. Lo mismo sucede con otros colectivos como los adultos, a través de iniciativas que en muchas ocasiones se desarrollan de manera conjunta con empresas, ONGs y otras entidades. Organizaciones como la Fundación Naturaleza y Hombre, por ejemplo, cuentan con un extenso programa de actividades y programas de esta índole.

Etiquetado ambiental. El etiquetado es otra de las vías con las que las empresas proporcionan información relevante al consumidor en materia de sostenibilidad desde el propio producto. El estándar internacional ISO 14024 establece principios de ecoetiquetado que faciliten información verificable y precisa acerca de los aspectos ambientales de un determinado producto.

Marketing responsable. Los consumidores están expuestos diariamente a decenas de mensajes comerciales que tratan de influir en sus elecciones de compra. Es fundamental que las empresas detrás de esas comunicaciones sean honestas y practiquen un marketing responsable que no contamine esas percepciones con prácticas como el greenwashing para tratar de hacer pasar por sostenibles productos o sistemas productivos que en realidad no lo son.

Incentivos y desincentivos. Los incentivos y desincentivos también pueden inclinar la balanza de compra hacia un determinado tipo de producto. Un ejemplo de ello serían las ayudas del Gobierno para la compra de vehículos eléctricos a través de sus planes MOVES III.

 

Ejemplos de iniciativas para educar al consumidor en prácticas sostenibles

 

Campaña «Reduce, Reutiliza, Recicla» de Ecoembes. Con esta campaña, Ecoembes busca transmitir la importancia de la economía circular a la ciudadanía, hacer más comprensible este concepto y expandir la cultura de la reducción, la reutilización y el reciclaje en todos los ámbitos de la vida.

App «Too Good To Go». Con 90 millones de usuarios registrados en 17 países, esta app es un marketplace de excedente de alimentos que trata de evitar el desperdicio alimentario. A través de ella, las empresas pueden vender su excedente para que los usuarios locales los recojan en el establecimiento en el horario que indiquen.

Sello Fairtrade. Se trata de un sello de comercio justo establecido en todo el mundo. Su sistema internacional de certificación garantiza el cumplimiento de estándares relacionados con la producción o suministro de un determinado producto o ingrediente.

Certificado LEED. La verificación Leed (Líder en Eficiencia Energética y Diseño sostenible) fue creada en 1993 por el US Green Building Council, y de ahí pasó a otros países como España, donde ya es un estándar establecido que acredita de la sostenibilidad y ecoeficiencia de un edificio.

 

El papel de las empresas en la educación del consumidor

 

¿A quién corresponde la labor de educar a los consumidores en prácticas sostenibles? ¿Es una responsabilidad que recae únicamente en las administraciones o las empresas también deben implicarse? La respuesta es que no solo deben hacerlo, sino que tienen a su alcance numerosas formas de contribuir a la capacitación sostenible de los consumidores, empezando por los suyos propios.

 

Adoptar prácticas sostenibles en sus operaciones. Educar en sostenibilidad comienza con el propio ejemplo. Las empresas sostenibles atraen a clientes sostenibles y pueden estimular a los que aún no lo son a cruzar esa frontera juntos.

Informar a los consumidores sobre sus iniciativas sostenibles. Para alimentar esa mentalidad sostenible, las compañías necesitan comunicar de forma transparente y rigurosa sus prácticas ambientales y sociales. De esta forma, ayudan a los consumidores a tomar decisiones informadas sobre sus compras y facilitan su libertad de elección.

Desarrollar productos y servicios sostenibles. Productos y servicios que contribuyan a la protección ambiental, favorezcan a las comunidades y contribuyan a expandir una cultura de circularidad en el mundo.

Apoyar iniciativas de educación ambiental. Mediante su participación activa en las mismas, proporcionando conocimiento técnico, experiencias y sirviendo de inspiración para el avance sostenible de los colectivos a los que impactan con estas actuaciones.

 

Oportunidades y desafíos de educar al consumidor en prácticas sostenibles

 

Oportunidades

 

Educar al consumidor supone una gran oportunidad para acelerar la transición hacia un modelo económico más viable, circular y social y ambientalmente responsable. Además, aumentar por medio de la formación la masa crítica de consumidores comprometidos con la sostenibilidad es también una forma de incrementar la presión ciudadana sobre los políticos y aquellas empresas que aún no están haciendo suficientes esfuerzos en esta materia. Por otra parte, desde un punto de vista económico, el incremento de la conciencia ESG ofrece interesantes oportunidades económicas para las compañías que decidan dar una orientación verde a sus negocios.

 

Desafíos

 

En el extremo opuesto, extender esa cultura a muy amplios y diversos segmentos de la población implica una acción coordinada y continuada en el tiempo entre diferentes actores, desde las administraciones públicas, hasta instituciones educativas, empresas, oenegés y otros estamentos. Articular de forma efectiva esas vías de colaboración es una de las grandes dificultades a las que se enfrenta la educación del consumidor.

 

Conclusión

 

La educación del consumidor en materias como la sostenibilidad y la economía circular es una de las principales palancas para compatibilizar el desarrollo económico de los países con la protección del medio ambiente y la búsqueda de unas sociedades más equitativas y solidarias, además de un factor clave para dejar a las generaciones futuras un lugar mejor en el que vivir. Un desafío mayúsculo que es necesario acometer con urgencia y para el que es imprescindible la contribución de todos los estamentos sociales.

 

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